lunes, 13 de julio de 2009



Aunque lo tenía prohibido por sus hermanos mayores, siempre aprovechada los tiempos en los que ellos estaban fuera para conectar aquel maravilloso equipo de música. Aún recuerda el sillón de piel que había a su lado, crujía y cuando se sentaba no le llegaban los pies al suelo. Como una pequeña marciana, se colocaba los cascos, lo encendía y abría los discos, los limpiaba como había visto hacer y bajaba la aguja con suavidad. Siempre de noche. Los padres nunca riñeron a la pequeña marciana. Ella escuchaba la música que no era suya.

A veces, como hoy, lo enciende. Gira el botón del volumen hasta el 0 y mira la aguja. Le gusta ver como atraviesa los surcos.