lunes, 13 de julio de 2009



Aunque lo tenía prohibido por sus hermanos mayores, siempre aprovechada los tiempos en los que ellos estaban fuera para conectar aquel maravilloso equipo de música. Aún recuerda el sillón de piel que había a su lado, crujía y cuando se sentaba no le llegaban los pies al suelo. Como una pequeña marciana, se colocaba los cascos, lo encendía y abría los discos, los limpiaba como había visto hacer y bajaba la aguja con suavidad. Siempre de noche. Los padres nunca riñeron a la pequeña marciana. Ella escuchaba la música que no era suya.

A veces, como hoy, lo enciende. Gira el botón del volumen hasta el 0 y mira la aguja. Le gusta ver como atraviesa los surcos.


4 comentarios:

Ico dijo...

¿ y que escuchaba cuando escuchaba? Por qué ya no escucha nada¿?

Saltinbanqui dijo...

A mi me encantaba ver la aguja siguiendo el surco del vinilo.
Ais.


:)

Tesa Medina dijo...

Y el sonido de la aguja cuando se acababan los surcos zips, zips

Breve pero lleno de olores y muy visual este relato.

Besos, errante y sigue mimándote

TARA dijo...

Aquel sonido es único... El cd es otra cosa, parece como que pierde algo.